martes, 17 de enero de 2017

Fogata

-Al día siguiente se encontraron con que la casa estaba vacía y no había rastro de que alguien hubiera vivido allí.

-¿Y ya está? Pues vaya mierda de historia.

Los demás se quejaron también, les había parecido demasiado típica. Antes de que pudieran seguir protestando, Santi agarró la linterna, lo que le daba permiso para hablar. Todos callaron de golpe.

-La historia que os voy a contar es real. Sé que al principio de todos los cuentos de miedo se dice esto, pero os juro por Dios que os digo la verdad.

Todo le miraron con cara de incredulidad, pero él siguió hablando.

"Mi padre tiene un amigo, Juan, que estudió Historia y Filosofía. Cuando acabó de estudiar le dieron una plaza en el departamento de Historia Medieval, período que le encantaba. Empezó dando un par de clases y ayudando en las investigaciones de los demás profesores. Y así fue escalando puestos hasta llegar a ser rector de la facultad. Tenía su propia biblioteca, llena de centenares de volúmenes antiguos, y sus investigaciones le hicieron ganar algún que otro premio.

Y, como todo el mundo, se tuvo que especializar. Él decidió, por pura curiosidad, centrarse en demonios, pero sobre todo en el rey de ellos. Su puesto le ayudó en este sentido, porque el medievo estaba lleno de referencias a estas criaturas. 

Normalmente viajaba por Europa en busca de "nuevos" libros, así que cuando le dijeron que habían encontrado cerca de Florencia un antiguo Códice o algo por el estilo, no dudó en ir. Su mujer, que por aquel entonces estaba embarazada, le acompañó. Una tarde, cuando estaba apunto de anochecer, se desviaron del camino que les llevaba al hotel, ya con el Códice entre sus manos, para visitar una pequeña iglesia que unos amigos les habían recomendado. No era muy conocida, lo que lo hizo más interesante. Al llegar allí la mujer prefirió quedarse en el coche, argumentando que estaba cansada. Así que Juan entró solo. La iglesia en sí no era gran cosa, pero la estatua de Jesús que pendía sobre el altar le hizo estremecerse. Se sentó un momento, disfrutando de la soledad, hasta que oyó la puerta abrirse detrás suyo, lo que llenó la iglesia de un extraño olor a albahaca. Se giró, esperando que fuera su mujer que había cambiado de opinión, pero en su lugar.vio a un hombre con capucha. Al poner un pie en la iglesia se la quitó, mostrando un rostro completamente deformado baja unas gafas de sol, como si lo hubieran echado a las brasas o algo peor. Juan volvió rápido la mirada hacia adelante, mientras el hombre iba a un lateral a encender una vela. Juan ya estaba dispuesto a irse, cuando el hombre deforme se sentó unas filas delante suyo. Y al hacerlo le dejó ver su propio nombre en el dorso de la chaqueta. Por un segundo no pudo moverse del sitio, hasta que el hombre se giró y le sonrió, a pesar de no tener labios. Incluso le pareció ver un extraño brillo tras los cristales opacos, como si sus ojos estuvieran quemándose en las órbitas. Juan salió corriendo del sitio y jura que escuchó una risa antes de que la puerta se cerrara detrás suyo. 

Al volver al coche su mujer le preguntó cómo le había ido, a lo que él solo pudo responder que no era para tanto. Volvieron al hotel y no comentaron nada más sobre la iglesia.

Al cabo de una semana dejó la cátedra y empezó a dar clases en un instituto de la zona, sin darle demasiadas explicaciones a nadie. A día de hoy dice que aún oye la risa de aquel "hombre" por las noches, con el nombre de Juan escrito en la espalda.

Todo esto lo oí una vez que vino a casa con su mujer y su hija, mientras hablaba a solas con mi padre cuando creía que no estaba oyendo."

-¿Eso es todo? ¡Si ni siquiera da miedo!

Volvieron las quejas, así que Santo pasó la linterna a otra persona. Se giró con miedo, pero solo los árboles estaban observándole.

Guillermo Domínguez

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