Escribe un relato en el cual dos personas totalmente opuestas se conozcan de forma poco corriente.
Las frías esposas le aprietan las muñecas, que rebotan contra su espalda mientras le hace pasar por la puerta. Echa un vistazo rápido y no ve ningún otro agente, por lo que sonríe disimuladamente. Quizá no pasará la noche en el calabozo.
-Parece que tus amiguetes te han dejado solo, ¿eh?
-Han respondido a una llamada de emergencia, se ve que hay una guerra entre mafias, están intentando sacar a la gente del fuego cruzado. Ahora siéntate ahí mientras busco las llaves del calabozo.
-¡Oh, vamos, Tym! Al menos déjame tener las manos delante, ¿no?
El agente la mira, cansado, y acaba liberándola de una mano, pero coloca esa esposa en una silla, evitando que se escape pero dejándola en una posición un poco más cómoda.
Ella mira a su alrededor y ve, entre las filas de sillas de la sala de espera, otra chica, que rehuye su mirada. Está en la última hilera, mirándose los pies incómoda, y con las manos (libres, por cierto) en las rodillas, dándole vueltas a una especie de pelota. Intenta adivinar su edad, pero solo puede verle la cabellera rubia y rizada, aguantada por un par de horquillas. Se levanta y se dirige hacia ella llevándose la silla en brazos y sonriendo, cuando la chica levanta la cabeza y ve su ojo derecho envuelto en carne morada