Salgo de la ducha y me seco con cuidado. Me planto delante del espejo, girando mi cuerpo pero intentando dejar la cabeza en la misma posición. Los moratones de la espalda parecen que están mejorando. Me los acaricio con suavidad, recordando las pelotas de goma que los provocaron. Mientras miro el resto del cuerpo (los brazos ya no duelen tanto, pero siguen quedando marcas rojas, sobre todo en el derecho) una gota de sangre me cae por la mejilla. Cojo un papel y me lo aguanto en la brecha de la cabeza, que se acaba de abrir.
martes, 30 de agosto de 2016
jueves, 25 de agosto de 2016
Ante todo, no hagas daño #Henry Marsh
FICHA TÉCNICA
Autor: Henry Marsh
Traducción: Patricia Antón de Vez
Traducción: Patricia Antón de Vez
Año de publicación: 2016
Páginas: 352
ISBN: 9788498387209
Saga: No
SINOPSIS
A punto de poner fin a una dilatada carrera plena de éxitos y reconocimiento, Henry Marsh —uno de los neurocirujanos más eminentes de Gran Bretaña— ha querido exponer a los ojos del mundo la esencia de una de las especialidades médicas más difíciles, delicadas y fascinantes que existen.
A los mandos de un microscopio ultrapotente y un catéter de alta precisión, el doctor Marsh se abre camino por los intersticios del cerebro. Con frecuencia, de su pericia y de su pulso dependen que un paciente recupere la visión o acabe en una silla de ruedas. Hay días en los que salva vidas, pero también hay jornadas nefastas en las que un pequeño error o una cadena de infortunios lo hacen sentirse el ser más desdichado sobre la faz de la Tierra.
Mucho más cercano a una confesión personal que a una autobiografía complaciente con el autor, este libro —cuyo título se inspira en el juramento hipocrático— supone un auténtico alarde de valentía y de honestidad intelectual, un relato vibrante y luminoso que logra remover nuestros sentimientos más profundos y ensanchar nuestro umbral de sabiduría y compasión.
A los mandos de un microscopio ultrapotente y un catéter de alta precisión, el doctor Marsh se abre camino por los intersticios del cerebro. Con frecuencia, de su pericia y de su pulso dependen que un paciente recupere la visión o acabe en una silla de ruedas. Hay días en los que salva vidas, pero también hay jornadas nefastas en las que un pequeño error o una cadena de infortunios lo hacen sentirse el ser más desdichado sobre la faz de la Tierra.
Mucho más cercano a una confesión personal que a una autobiografía complaciente con el autor, este libro —cuyo título se inspira en el juramento hipocrático— supone un auténtico alarde de valentía y de honestidad intelectual, un relato vibrante y luminoso que logra remover nuestros sentimientos más profundos y ensanchar nuestro umbral de sabiduría y compasión.
OPINIÓN PERSONAL
Esta vez voy a empezar hablando del autor, porque a fin de cuentas esto no es más que una autobiografía de su carrera como neurocirujano. Henry Marsh tiene 65 años, está recién jubilado, y a tenido más de 15.000 pacientes. Es uno de los médicos más reconocidos de su especialización, y se decantó por esta cuando estuvo presente en una operación de aneurisma cerebral siendo interno. Ha operado con éxito a muchas personas, pero también ha tenido muchos fallos. Si hay algo que se ve en este libro es la gran humanidad del autor, y que, desde luego, no tiene pelos en la lengua.
martes, 23 de agosto de 2016
#37 Desfile
Escribe una historia con los siguientes elementos: orejas, bufanda, sonajero y guirnalda.
Al principio de todo solo había oscuridad. Poco a poco se fue iluminando su mundo, hasta que irrumpió en llanto. Los doctores dijeron que estaba todo bien, era un bebé perfectamente sano, así que en cuanto su madre se hubo recuperado, se llevaron al nuevo miembro de la familia a casa. Allí le recibió toda la familia con besos y regalos. La casa se llenó de
Al principio de todo solo había oscuridad. Poco a poco se fue iluminando su mundo, hasta que irrumpió en llanto. Los doctores dijeron que estaba todo bien, era un bebé perfectamente sano, así que en cuanto su madre se hubo recuperado, se llevaron al nuevo miembro de la familia a casa. Allí le recibió toda la familia con besos y regalos. La casa se llenó de
(alguien me coge de la mano y me la aprieta con cariño)
ositos de peluche, ropa enana y sonajeros de todos los colores. Tras muchas noches en vela, el bebé fue creciendo, aprendiendo a hablar, gatear, andar... Después llegó la guardería, y más tarde la escuela. Allí hizo sus primeros amigos. Llegada del nuevo bebé a casa, un hermanito.
jueves, 18 de agosto de 2016
El cazador de sueños #Stephen King
FICHA TÉCNICA
Autor: Stephen King
Traducción: Jofre Homedes
Traducción: Jofre Homedes
Año de publicación: 2001
Páginas: 779
ISBN: 9788497591508
Saga: No
SINOPSIS
Había una vez cuatro chicos, compañeros en todo, que decidieron proteger a un chico indefenso atormentado por el tirano del colegio. Su acción marcó un cambio decisivo en sus vidas. Un cambio tan grande, que tardarían veinticinco años en entender su importancia...
Ahora son adultos, con más problemas y más desilusiones, pero una vez al año se reúnen para cazar en los bosques de Maine. Este año, un desconocido entra en su cabaña y, aturdido y confuso, balbucea frases incomprensibles sobre extrañas luces en el cielo.
En poco tiempo, los cuatro amigos se encuentran en medio de una lucha terrorífica contra seres de otro mundo. La única posibilidad de salvación radica en encontrar a aquel amigo del pasado, el que sabía cazar sueños y que sabrá también frustrar los sueños de los invasores...
Una obra maestra del terror y una historia de ternura y amistad profunda.
Ahora son adultos, con más problemas y más desilusiones, pero una vez al año se reúnen para cazar en los bosques de Maine. Este año, un desconocido entra en su cabaña y, aturdido y confuso, balbucea frases incomprensibles sobre extrañas luces en el cielo.
En poco tiempo, los cuatro amigos se encuentran en medio de una lucha terrorífica contra seres de otro mundo. La única posibilidad de salvación radica en encontrar a aquel amigo del pasado, el que sabía cazar sueños y que sabrá también frustrar los sueños de los invasores...
Una obra maestra del terror y una historia de ternura y amistad profunda.
OPINIÓN PERSONAL
Como supongo que ya sabéis, Stephen "Tito" King es uno de mis autores favoritos. Tiene libros magníficos y unos cuantos bodrios, apero creo que este libro se merece una categoría media. Es entretenido, pero le falta algo, no me ha llegado a convencer.
martes, 16 de agosto de 2016
#33 Duelo
Piensa en una palabra que no suelas utilizar y búscala en Google imágenes. Escribe una historia sobre la tercera imagen.
(He hecho un poco de trampa, porque para que fuera más sorpresa he escogido una palabra al azar del diccionario, que ha sido FUMAR.)
Estoy fumando en el balcón cuando cae la primera bomba. Los aviones pasan por encima de mí, riéndose de todos aquellos a los que han dejado aquí abajo. Las columnas de humo se elevan sobre la ciudad, emborronando la vista de los supervivientes, que chocan entre ellos asustados. O eso creo. Me quedo aquí parado, sin poder creer que haya llegado este momento. Mientras trato de asimilarlo, mi cigarro se cae en el jardín del vecino, que dudo mucho que se queje ahora mismo. Las alarmas resuenan sin descanso, aunque a mí me recuerdan a caballos galopando.
Agarro la barandilla hasta que se me quedan los nudillos en blanco, le pego una patada a la silla, intentando liberar todo lo que siento. Esos cabrones están acabando con la ciudad en la que me he criado. Ojalá tuviera alguno entre mis manos.
Le doy un puñetazo a los ladrillos de la pared, y cuando veo la sangre entre mis dedos caigo al suelo. Junto las manos, que se quedan enganchadas, y rezo al Dios en el que nunca he creído. Le pido que me deje más tiempo, que yo podré arreglar este desastre. A cambio seguiré rezando cada noche, y donaré lo poco que tengo a la Iglesia, le digo. Es un trato justo, ¿no? Pues nadie me responde.
He luchado demasiado tiempo para pararlo, y no ha servido de nada. Todas las pancartas, todos los gritos y puños alzados y todas las firmas no han servido para nada, viendo como al final todo se reduce a polvo, a cenizas. A nada. Se acerca el fin del mundo, según las últimas noticias. Después de esto solo quedaran ruinas y lisiados, intentando alargar una sociedad moribunda desde hace tiempo.
¿De qué sirve nada de lo que hacemos, si al final acabaremos muriendo? Mi arte desparecerá en cuanto arda este trozo de mundo, todo el esfuerzo en crear algo que perdure ha sido en vano. Porque la tinta correrá como correrá mi sangre.
Entro en mi habitación y del cajón saco todos mis textos. Entre ellos encuentro una vieja revista, donde se puede leer el único relato que me han publicado. "Héroe de guerra". Qué estupidez. No hay héroes en este mundo, como tampoco hay villanos. Solo existe gente, que intenta hacer lo mejor para sí mismo o, si lo creen oportuno, para los demás. Nadie está exento de fallos.
¿Por qué se me ocurren todas estas reflexiones antes de morir? Tendría que estar llamando a mis seres queridos, decirles exactamente eso, que les quiero, y sentarme a esperar el final. Supongo que mi mente luchará hasta el último momento.
Vuelvo a mirar mis textos y entonces me doy cuenta. No ha servido de nada, pero al menos he hecho algo. No me he limitado a sobrevivir como hace la mayoría. He creado algo a partir de nada, que no habrá cambiado las cosas, porque una persona sola es muy difícil que lo haga. Pero no me he rendido, de la misma manera que no lo estoy haciendo, aunque veo un avión que se dirige hacia esta parte de la ciudad. He creado hasta el final, y eso me basta. Además, las ideas son lo último que muere.
Dicen que la destrucción es una forma de creación, ¿no? Pues menuda están creando estos hijos de puta.
Guillermo Domínguez
jueves, 11 de agosto de 2016
Alicia en el País de las Curiosidades Literarias
Hace 200 años se vivió un invierno en verano, y no me refiero a un capítulo de Phineas y Ferb. Debido a la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, en 1815, hubo una serie de cambios climáticos que afectaron a gran parte del planeta. Y por eso el 1816 fue el llamado "año sin verano". Este hecho hizo que una joven Mary Shelley fuera con su marido Percy a visitar a su amigo Lord Byron, que les retó, junto a John Polidori, su médico habitual, a escribir una historia de fantasmas. Solo lo consiguió el médico, pero pocos días después tuvo un sueño que acabó convirtiéndose en la novela que conocemos actualmente como Frankenstein.
Así que, aprovechando que se cumplen 200 años de esto, hemos decido buscar más anécdotas literarias:
Así que, aprovechando que se cumplen 200 años de esto, hemos decido buscar más anécdotas literarias:
- El maravilloso archivador de Oz: el origen del nombre de éste mundo fantástico es, cuanto menos, curioso. El autor, Frank Baum, estaba mirando un archivador que iba de la O a la Z cuando se le ocurrió. Vamos, que se ha llamado Oz como podría haber sido Ad o incluso Hñ.
martes, 9 de agosto de 2016
#17 Diké
Escribe una entrada de diario para tu personaje ficticio favorito.
Querido diario,
Estoy agotada. Hoy solo he tenido un juicio, pero ha sido muy intenso, así que ahora lo justo sería tener un descanso. Pero primero me apetecía hablarte.
He tenido que juzgar al alcalde de la ciudad por corrupción, ya puedes imaginarte lo estresante que ha sido. Los periodistas llevaban acampados desde ayer en el juzgado, a la espera de un primer plano del arrepentido político. Se le acusaba de utilizar dinero público para construir parkings de bicicletas, lo que le llevó a conseguir el puesto de director de la Asociación de Ciudades Ciclistas. Sí, eso existe.
Estoy agotada. Hoy solo he tenido un juicio, pero ha sido muy intenso, así que ahora lo justo sería tener un descanso. Pero primero me apetecía hablarte.
He tenido que juzgar al alcalde de la ciudad por corrupción, ya puedes imaginarte lo estresante que ha sido. Los periodistas llevaban acampados desde ayer en el juzgado, a la espera de un primer plano del arrepentido político. Se le acusaba de utilizar dinero público para construir parkings de bicicletas, lo que le llevó a conseguir el puesto de director de la Asociación de Ciudades Ciclistas. Sí, eso existe.
sábado, 6 de agosto de 2016
Wrap Up universitario
Las clases ya han acabado, y con ellas las pesadas lecturas obligatorias, apuntes insulsos y demás materia aburrida. Así que, para celebrar que se ha acabado otro curso, aquí os traemos el Wrap up de la universidad. Aunque, como nos pasa siempre, lo hemos ido atrasando tanto tiempo que ya se ha hecho muy tarde para publicarlo... Nosotros que creíamos que la procrastinación era solo para el curso...
- Histología: Texto y Atlas con Biología Celular y Molecular, de los doctores Ross y Pawlina. Un libro bastante pesado pero que me ha servido mucho este segundo semestre. Incluye ilustraciones muy útiles y láminas al final de cada capítulo. También hay recuadros con casos y relaciones clínicas, que aunque no he tenido que estudiar, me han resultado interesantes. Un punto flojo que le veo es que prácticamente todas las láminas son de tinciones con Hematoxilina-Eosina, me hubiera gustado que hubiera más variedad. (4/5)
- Apuntes de Martí Esteban: Tengo que agradecerle a este chico todo su esfuerzo, porque sin él no habría aprobado ninguna asignatura. Es un estudiante de segundo que ha colgado todos sus apuntes (de la mayoría de asignaturas: Historia, Fisiología, Histología...) a Dropbox, por lo que he tenido el temario desde el primer día. Son muy completos y tienen las imágenes adecuadas, es un imprescindible para los amantes del género. (5/5)
miércoles, 3 de agosto de 2016
#35 Deimos
Piensa en tus miedos más oscuros. Haz un relato en el que a tu personaje le pasen al menos 2.
Hace ya dos años que el mundo desapareció. Estaba mirando mi
propio reflejo cuando todo se volvió negro, dejándome allí sin saber qué hacer.
Al principio me costó orientarme entre las sombras:
constantemente tropezaba con la gente y los bordillos, a pesar de llevar
bastón. Erik siempre me aconseja que me compre un labrador, pero no sabría cómo
cuidarlo. Seguramente moriría de hambre porque no encontraría su comida o algo
por el estilo. Ya tengo suficiente con cuidarme a mí misma, gracias.
Todavía me acuerdo de ese día, en el borde de un pequeño lago, mirándome a mí misma como si fuera la primera vez. Y acabó siendo la última. El médico me había aconsejado que permaneciera en casa, que bajara las persianas, así entraría la mínima luz. No seguí su consejo, preferí pasar mis últimos momentos con vista utilizándola para ver algo. Llevaba años con esa extraña enfermedad, mi vista fue degenerando poco a poco. Una lenta agonía. Pero tuve suerte de que Erik estuviera siempre a mi lado, sobre todo en esos primeros meses de oscuridad. No sé qué habría hecho sin él.
Era mi mejor amigo de la
infancia, hasta que sus padres encontraron trabajo en otra ciudad y se mudaron.
Nos escribimos cartas durante un tiempo, pero cada uno empezó a hacer su propia
vida, y los mensajes se iban haciendo más escasos, hasta convertirse en tarjetas
de Navidad o de cumpleaños. Pero de pronto, sin ningún motivo, volvió a la
ciudad, y no podría haberlo hecho en mejor momento.
Las primeras semanas de mi
ceguera fueron muy duras. Al principio mis padres me acompañaban a todas
partes, pero ellos también tenían sus vidas y no se podían hacer cargo de mí
todo el tiempo. Un día, a pesar de las prohibiciones de mi madre, decidí salir
por mi cuenta. Tenía planeado ir al pequeño parque al lado de mi casa, cerca de
la estación. Antes no me llevaba más de medio minuto, pero con mi problema
actual tardé bastante más. Llegué bien y me senté en un banco a descansar,
desde el que podía oler la marihuana de los niños del otro lado del parque.
“Mis sentidos se están agudizando” pensé. Aunque claro, esos jóvenes llevaban
años usando ese sitio como fumadero, no sé por qué mem sorprendía olerlos.
Después de tomar el sol un rato
decidí volver a casa, no fuera que llegaran mis padres antes de tiempo y se
asustaran al no verme allí. Inmersa en mis pensamientos y en no caerme, no me
di cuenta de que había llegado un tren a la estación, y mientras yo bajaba
lentamente las escaleras, una marabunta de pasajeros me rodeó. Me daban golpes
por los lados, apartándome de su camino, y yo iba de un lado a otro intentando
esquivarlos, sin éxito.
-Perdone… Disculpe –pero nadie me
hacía caso, iban hablando por sus móviles o entre ellos, o simplemente nadie se
daba cuenta de lo que estaba viviendo-.
Empecé a respirar cada vez más
rápido, cuando de golpe una mano me agarró del brazo y me sacó del medio. Pensé
que era uno de aquellos jóvenes drogadictos que venía a robarme al ver que
estaba ciega o algo por el estilo. Estaba a punto de chillar cuando olí el
perfume que llevaba mi misterioso atacante.
-¿Erik? ¿Eres tú?
No hace falta decir que habría
reconocido aquel olor con los ojos cerrados, ¿no? Era un olor que me había
acompañado gran parte de mi infancia.
-¡Dios, cuánto tiempo sin verte!
¿Cómo estás? -empezó a lanzarme preguntas que no me daba tiempo a responder,
pero estaba tan agradecida de poder oír su voz-.
Salimos de la muchedumbre y se dio cuenta de mi bastón. Le expliqué lo que me había pasado mientras me acompañaba hasta mi casa. Antes de entrar nos
encontramos con David, mi vecino. Me preguntó cómo lo llevaba, y al explicarle
que bien, ahora que había encontrado alguien que me ayudara, me pareció que se
ponía nervioso. Supongo que el accidente que tuvo le sigue pasando factura.
Cuando vio que ya no había
peligro alguno, Erik se fue, pero antes quedamos para dar una vuelta al día
siguiente. No les conté a mis padres éste encuentro fortuito, porque a ellos
nunca les había gustado mi amigo de la infancia. Siempre lo vieron como una
mala influencia. A partir de aquel día, quedábamos cada tarde para pasear por
la ciudad. Me cogía a su brazo y volvimos a ser tan inseparables como cuando
éramos pequeños. Fue magnífico.
No quería separarme del todo de
mi antigua vida, así que aún tenía cosas inútiles por la casa. Erik me ayudó a
guardar todos mis libros en cajas y a meterlas en el trastero. A fin de
cuentas, ya no podría usarlos más. Lo mismo pasó con el pequeño espejo que
tenía en el bolso para maquillarme. Un día, paseando, me empezó a sangrar la
nariz, con lo que él empezó a buscar pañuelos en mi bolso. Me los dio y me
ayudó a parar la hemorragia, pero también me cogió aquel espejo y lo lanzó al
suelo, rompiéndolo contra la acera.
-Vamos, ya estuvimos hablando de
esto, no necesitas cosas inútiles en tu vida.
Mis padres empezaron a
preocuparse por mí. Decían que me estaba volviendo cada vez más huraña, que me
estaba encerrando en mi misma, y que ni siquiera levantaba la persiana por las
mañanas.
-¿Y para qué voy a hacerlo? A mí
me da igual cómo esté, porque no lo veo.
Si Erik hubiera estado allí me
hubiera defendido, pero no fui capaz de decirles todo lo que pensaba, así que
me fui de casa antes de que nos enfadáramos de verdad. Le llamé (él se había
puesto en marcación rápida, solo me hizo falta apretar un botón) y enseguida me
recogió. Me agarré a su brazo y empezamos a ir hacia el Parque del Búnker, en el que había
perdido la vista. Siempre me había gustado ir allí, y no dejaría de hacerlo
porque ya no pudiera disfrutar del paisaje.
Pero a medio camino me encontré
con mis padres. Estaban preocupados por mí, decían que habían estado dando
vueltas por el pueblo, temiendo que me pasara algo grave.
-Como veis estoy bien, tengo
alguien que me acompaña, así que ya podéis volver a casa.
-¿De qué hablas? -mi madre seguía
enfadada y se estaba comportando como una imbécil-.
-Mira, mamá, déjalo.
Seguimos con nuestro camino, pero
mi madre aún no se había dado por vencida. Mientras mi padre seguía impasible,
como siempre.
-Hija, ¿me puedes decir quién te
acompaña?
-Erik, ¿es que acaso no lo ves?
¿Ahora eres tú la que se ha quedado ciega?
Pero notaba que algo andaba mal,
mi madre había sonado asustada, y noté como mi brazo, el que estaba alrededor
de Erik, caía al no tener donde agarrarse. Palpé a mi lado, pero no había nada.
Quién fuera que había estado en ese momento había desaparecido, como si el Coyote mirara abajo y cayera al ver que estaba flotando en el aire.
Mis padres me cogieron y me
llevaron a casa. Me prometieron que todo iría bien, que solo había sido una
crisis nerviosa. Pero aún olía aquella colonia que me recordaba a mi infancia.
Guillermo Domínguez
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
lunes, 1 de agosto de 2016
Cadena de relatos: 1. Graduación sangrienta
50. Escribe un relato sobre una fiesta, un grito y una mentira que cada vez crece más.
Mandy se sentía un poco mareada, pero sonreía al bailar con John. Era la noche que llevaba esperando todo el curso: la fiesta de graduación. Además de celebrar que se había acabado el tedioso instituto, la fiesta prometía. Ben Williams había echado alcohol al ponche y había sido el bendito culpable de que Mandy estuviera bailando con John sin ponerse roja como un tomate, algo más que habitual en ella.
Cintia se acercó a la pareja con su sonrisa más falsa y amplia.
-Bienvenidos, chicos -solo miraba a John -. Aquí tenéis vuestras papeletas para la votación del rey y la reina. No hace falta que busquéis mucho, estoy la primera de la lista -les guiñó un ojo y desapareció entre la multitud, siguiendo con su estúpida propaganda y dejando la sonrisa atrás.
Varias canciones más tarde, se encendieron las luces del gimnasio, decorado en tonos azules y con guirnaldas que disimulaban las bastas y sencillas paredes. En el improvisado escenario del fondo, la directora Wells se aclaraba la garganta ante el micro. Llevaba un horroroso vestido rojo y negro y unas pestañas postizas que amenazaban con caerse a cada parpadeo. En el pecho llevaba un broche con el escudo del instituto, en colores amarillo y azul, lo que acababa de estropear su conjunto.
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