Una mañana un hombre se levantó tremendamente hambriento. Fue a la cocina y arrasó con todo lo que tenía en la nevera, pero nada le saciaba del todo. Como no podía hacer nada más fue a trabajar y allí, en la oficina, intentó disimular el ruido de sus tripas. No podía concentrarse en la pantalla de su ordenador, donde danzaban números aparentemente aleatorios, en un vals rutinario y monótono.
Tres semanas pasaron hasta que por fin decidió ir al médico. Estuvo esperando horas hasta que le atendieron, solo para decirle que la causa del hambre no parecía fisiológica, sino que más bien debía estar encerrada en su mente. Así que pidió hora para el psicólogo, que le preguntó sobre sus padres y la relación que había tenido con ellos. Pasaron las sesiones pero el hambre persistía, y ya no quedaba ninguna parte de su cerebro por ser revelada al especialista. Diagnóstico: estrés crónico somatizado en sensación de apetito. Una respuesta que no logró satisfacerle.
De camino a casa pasó delante de una biblioteca y se le hizo la boca agua. Allí dentro habló con la bibliotecaria para pedirle consejo. Al principio le sorprendió el brillo de sus ojos y el misterioso olor a albahaca que desprendía, pero no hizo mucho caso de ese detalle. Ella le recomendó un pequeño libro escondido entre sus semejantes. Él empezó a olerlo, a palparlo y a catarlo. Tenía una buena presentación, se notaba que el autor había puesto mucho empeño de su parte. Al principio le pareció un poco insípido, pero hacia el cuarto capítulo ya estaba completamente inmerso, admirando todos aquellos sabores que no había probado en tantísimos años, desde la escuela. Se llevó seis a casa y la semana siguiente volvió a por más. Se zampó tantos volúmenes como pudo: Moby Dick fresco, Cien años de soledad en su salsa, Sobre la libertad marinado con un poco de utilitarismo...
Pero nada más salir de allí la segunda vez la gula atacó de nuevo. El hambre de conocimiento era solo una parte de un hambre mucho mayor, así que el día siguiente, nada más llegar a la oficina, habló con su jefe y dejó el trabajo por tiempo indefinido.
Cogió sus cosas y se marchó de la ciudad.
Si buscáis bien, igual podréis verle. Está recorriendo el mundo, intentando llenar su estómago de experiencias nuevas, de conversaciones profundas, de pensamientos trascendentales. Al abrir la mente consiguió cerrar el estómago.
Dentro de poco será el mejor crítico, porque ha probado los manjares de todos los rincones del mundo. Lo único que espero es que algún día decida hacer un libro de sus experiencias.
Guillermo Domínguez
Yo había venido aquí dispuesta a hacer un super análisis de los míos pero el plexo braquial me está mirando acusatoriamente así que mejor que no.
ResponderEliminarSí que voy a decir que he echado de menos algo más de hincapié en que la comida no lo saciaba no importase qué comiera porque Firen sin decir algo que cree que se puede mejorar no es Firen.
Ahora viene la parte de mi vida: voy a volver a molestaros pero también voy a estar ausente porque 1. exámenes 2. quiero terminar un libro antes del 15 de enero 3. exámenes. Así que estaré pero no estaré. Ja.
Qué vida.
(SPAM!!!: también voy a intentar las 52 semanas este año)
¡Firen! ¿Qué haríamos sin tus comentarios? Nos alegramos de que estés (y no estés) de vuelta por aquí, ¡ya te echábamos de menos!
EliminarY te comprendo perfectamente con lo del plexo braquial, hace un año exacto estaba en la misma posición... Ahora el que me mira acusatoriamente es el páncreas. Lloro.
Respecto a los 52 retos, nosotros nos hemos apuntado porque nos gusta ELDE y el año pasado nos fue bien, pero no creo que este lo consigamos... #Drama
¡Mucha suerte con los relatos y feliz año nuevo!