¿Recordáis el reto 37 de ELDEscritores? Pues bien, antes de crear Desfile hice esta versión, aunque no me acababa de convencer porque las palabras estaban demasiado metidas con calzador. Así que decidí crear otra historia y dejar esta en el cajón, y por fin la he recuperado. Solo he cambiado algunos nombres de los hijos, el resto está igual.
Los
resoplidos constantes rebotan en las paredes de la habitación, mientras una
multitud rodea a la mujer que está en la cama.
-Rápido, que
alguien traiga unas toallas - ordena el hermano de la parturienta-.
Él la
agarra de la mano mientras ella aprieta. Ha estado presente en cada uno de sus
partos y han sido bastantes.
Alegría le
trae las toallas a su madre. “Tendría que haber sido yo en su lugar” piensa
Toalla, que está al lado de la cama mirando a su hermana con envidia. Para no
sentirse impotente, decide avisar a los demás, para estar presente cuando nazca
su nuevo hermano o hermana. Coge a Viento de la mano y van en busca del resto
de la familia. Encuentran a Bosque entre los árboles, de la misma manera que
Bufanda está cosiéndose una tocaya en su habitación. Son hijos sin padre,
nacidos de la nada en el vientre de su querida madre. Su figura paterna es su único
tío, que los quiere como si fueran sus propios hijos.
Música le
había hecho una pequeña flauta con sus propias manos, a la espera de que
siguiera la senda del arte. Por su parte, Petricor le había creado un sonajero y esperaba dárselo lo antes posible para que pudiera jugar con él.
Los
gritos de dolor de la matriarca se hacen cada vez más fuertes y su hermano
Pensamiento utiliza una de las toallas para secarle la frente llena de sudor.
Cuando
todos están reunidos alrededor de la cama (esa que había visto la misma escena
tantísimas veces), los resoplidos se hacen más rápidos. Una pequeña cabeza
empieza a asomar y Noche la coge con suavidad. Ya había sido la partera de
algunos de sus hermanos, incluso el de Raudo, que había durado horas. El cuerpo
del bebé va saliendo poco a poco, hasta que solo está unido a su madre por
el cordón umbilical. Entre unos cuantos lo cortan, limpian al pequeño, que
ya está llorando a pleno pulmón, y se lo dan a la madre, que todavía
aprieta con todas sus fuerzas a su hermano.
El amor
que desprenden sus ojos ilumina la habitación, dejando de lado los celos y las
rencillas. Le besa la arrugada frente y se lo pone en el pecho, notando su
calor y para que él pueda sentir los latidos que le acompañan.
Pensamiento
le acaricia la calva al niño, que aún tiene los ojos entrecerrados.
-Es
precioso, Lenguaje. ¿Ya has pensado como vas a llamarle?
-Etéreo.
Guillermo Domínguez
Me ha encantado el parto del Lenguaje.
ResponderEliminarUn relato breve pero exquisito, con una prosa cuidada.
¡Muchas gracias! La verdad es que este relato se sale un poco de lo que acostumbro a escribir, pero me gustó mucho hacerlo.
Eliminar¡Un saludo!