Escribe una
historia de ciencia ficción mostrando cómo te imaginas el futuro.
Una señora mayor
le abrió la puerta, y al verle allí plantado sonrió, le abrazó y le dijo que no
esperaba la visita. Le hizo pasar al comedor y lo sentó en el sofá, se ausentó
un momento y trajo dos tazas de té, lo que le hizo cuestionarse si de verdad era
inesperada la visita.
-¿Cómo te va el
trabajo, hijo? -preguntó la señora, mientras encendía la pantalla con un
movimiento rápido con la mano enguantada-.
-Pues muy bien,
creo que me van a ascender, soy de los agentes que más criminales ha atrapado
en los últimos dos meses -comentó lleno de orgullo, mientras bebía aquel té que
le recordaba a su infancia y veía la pantalla que ocupaba casi toda la pared-.
Hace tan solo dos semanas metí en la cárcel a un grupo de manifestantes
radicales que se sentaban delante del Parlamento y gritaban a los políticos.
-Que miedo...
¡Suerte que tenemos a un gran policía como tú para parar a esa panda de
desalmados! El otro día vi en la tele que unos asquerosos habían secuestrado al
hijo de un gran empresario, ¿es eso cierto?
-Desgraciadamente
sí, y he sido encargado del caso. Llevo unos días bastantes ajetreados,
pateándome la ciudad en busca de alguna pista. He interrogado a todos los
socios del padre y revisado todas las cámaras de seguridad posibles. Lo peor es
que tengo la sospecha de que se lo han llevado a las afueras...
-¡Dios mío! Y no
tendrás que ir allí, ¿verdad?
-Me temo que no
me queda otra, si no encuentro rápido al niño la familia denunciará a todo el
departamento por ineptos.
-Bueno, pero ten
muchísimo cuidado, no queremos que los habitantes del exterior te hagan daño...
-Tranquila mamá,
que no me pasará nada, tendré refuerzos en todo momento. Y si me los encuentro
les haré pagar lo que le hicieron a mamá.
La mujer se
levantó de su asiento y se acercó a la estantería, donde se encontraba un marco
holográfico que mostraba al policía de joven siendo abrazado por dos mujeres.
La madre miró a la mujer de la derecha, y una tímida lágrima empezó a asomarse
entre sus ojos. Rápidamente su hijo la abrazó y le prometió que tendría
cuidado. Antes de poder asegurarle que todo iría bien, su mano derecha empezó a
vibrar, y se la llevo a la oreja. Su compañera le avisó de que fuera
rápidamente a la comisaría, pues tenían nueva información sobre el caso.
Unos pasos
resonaron en el pasillo, y el niño se alejó hacia la pared. Tras un ruido
metálico, se abrió la puerta, y apareció un hombre con un plato en la mano. El
niño le miró a la cara, y vio que no se trataba de su compañero, el cual
estaba dispuesto a matarle. Empezó a chillar, moviendo las cadenas que lo
aprisionaban a la cama.
-Me da igual que
chilles, sabes tan bien como yo que aquí nadie va a salvarte. ¿Tienes hambre,
Jim? Porque si quieres comer la sopa tendrás que darme tu guante.
-¡No! -el niño
se apretó más todavía contra la pared, agitando el guante en el aire, esperando
que el secuestrador se acobardara, temiendo sufrir el mismo destino que su
compañero-.
Aquel guante era
lo único que podría salvarle, con él su padre le encontraría, y conseguiría
sacarle de aquella maldita cabaña. Por mucho que aquellos hombres le habían
insistido que en la afueras no había comunicación posible con la ciudad, seguía
manteniendo la esperanza.
-Venga va, si no
me lo das a mí tendré que llamar a Kot, y estoy seguro de que no quieres eso.
Mete tu código o lo que haga falta y dámelo.
Al ver que el
chaval no se inmutaba, se dirigió a la puerta, pero rápidamente oyó teclear a
sus espaldas, y una voz robótica anunció que se había desactivado el guante. El
niño se acercó y se lo entregó. Era un modelo nuevo en forma de garra, basado
en el personaje de algunos dibujos o algo por el estilo. Cuando lo habían
secuestrado a la puerta de su colegio le habían conectado rápidamente un
chip para que no se pudiera conectar a la red y avisar a nadie. Ahora tan solo
le servía para hacer bonito y arañar, tal y como había hecho con Kot, que aún
estaba en el piso de arriba limpiándose las heridas. Observó su
propio guante, un simple modelo de color negro, formal y con el que podía
pasar desapercibido. Aún no podía creerse que en ese pequeño trozo de tela
cabían tantos circuitos, haciendo posible toda la relación con el mundo.
Con eso ya podrían reclamarle a su padre el rescate, o eso esperaban.
Cerró la puerta, mientras oía al niño sorber su comida rápidamente, sin
siquiera saborearla.
De repente sonó
un grito en el piso de arriba, y subió las escaleras corriendo. No le dio
tiempo a ver su compañero muerto, alguien le cogió por la espalda y le rompió
el cuello.
Al llegar a la
comisaría, su compañera Férula le avisó de que acaban de encontrar la furgoneta
de los secuestradores aparcada al lado de una cabaña a unos kilómetros al este
de la ciudad. Según ella, el dron había podido enviar la localización a pesar
de la mala cobertura, gracias a las ventajas de la policía, pero había sido
abatido en el viaje de vuelta.
-Prepárate,
Heracles, en 20 minutos salimos hacia allí.
Heracles Dubois
cogió su arma de emergencias y se la colocó en la cadera, pues ya tenía la
pistolera ocupada. Antes de subir al coche, se aseguró de conocer todo el
reglamento sobre los salvajes. No había visto a ninguno aún, pero sabía lo
peligrosos que eran. Hacía 13 años habían atrapado a su madre Gloria y la
habían asesinado. La encontraron una semana más tarde en el límite de la
ciudad, con una carta escrita con letra arcaica, que retaba a cualquiera a
acercarse a la frontera, y sufriría el mismo final. Nadie sabía cómo era
posible que Gloria hubiera salido de la ciudad. Los medios de comunicación
supusieron que había sido a causa de la proximidad del periódico independiente
en el que trabaja al límite. Algún salvaje la habría visto rondar su territorio
y habría acabado con ella sin más miramientos. Típico de los salvajes.
Era por eso que
había decidido hacerse policía, no quería que los crímenes como ese volvieran a
cometerse.
Entró en el
parking junto a su compañera y alzó la mano derecha. Acto seguido se oyó un
pitido a unos metros de distancia. Subió y al tocar el volante el coche se
elevó unos centímetros del suelo, a la espera de direcciones. Heracles dijo las
coordenadas en voz alta y el coche salió impulsado hacia su destino. Una
retahíla de coches policiales les siguieron, para asegurarse de que el chico
estuviera sano y salvo.
En cuanto
salieron de la ciudad empezaron a ponerse nerviosos, muy poca gente había
entrado a las afueras y había conseguido salir con vida, según todos los medios
de comunicación. Los arbustos muertos y la tierra yerma personificaban la
desolación que había producido la guerra. Tras años de sangrientas batalla
entre países cuyos nombres ya estaban siendo olvidados solo unas pocas ciudades
habían sobrevivido a lo largo del globo. Poca comunicación había entre ellas a
partir de entonces, creían que si no se relacionaban no habría motivo para
volver a luchar, cosa que acabaría definitivamente con la raza humana,
pronosticaban los científicos. Y así fue como se formaron las ciudades-estado,
rodeadas de tierras baldías a las que huían aquellos en desacuerdo con el
gobierno de su ciudad o que habían sido desterrados por diversos crímenes.
Habían formado sus propios poblados, alejados de la civilización que los había
repudiado, o de la que ellos repudiaban. En seguida empezaron a nacer niños que
habían vivido toda su vida sin ninguna regla más allá de las de la vida
salvaje, lo que los volvía peligrosos e inestables bajo los ojos de la gente
civilizada. No era de extrañar que gente así cometiera crímenes atroces, ¿pero
qué podían hacer? No podían traerles a la ciudad, porque podrían generar aún
más caos del que provocaban viviendo allí. Matarles a todos no era una opción,
era ese mismo crimen del que se estaban quejando. Así que los dejaron vivir en
paz, pero pusieron guardias a lo largo del perímetro de la civilización. A
veces incluso había gente que por su propio pie viajaba hasta el desierto para
enseñar a aquellos salvajes, a educarles bajo las normas morales de la
sociedad, aunque no se sabía de ninguno que hubiera vuelto a casa...
Pronto llegaron
a la cabaña, y tras una ojeada rápida se dieron cuenta de que algo raro había pasado:
había sangre por el suelo, y ni rastro del niño, pero en cambio la furgoneta
seguía aparcada allí. Lo único que se veía eran unas huellas que se dirigían
hacia el horizonte. Todos los agentes volvieron a sus vehículos, y siguieron
las huellas hasta que el terreno se hizo tan irregular que tenían miedo de que
levitaran unos coches contra los otros, teniendo un accidente y habiéndose de
quedar allí hasta que viniera alguien a salvarles. Heracles alzó la vista y se
dio cuenta de que tras unas dunas podía verse la silueta de un poblado,
enmarcado por el sol que empezaba a esconderse.
Algunos policías
se quedaron en los vehículos, avisando a sus superiores por radio, indicándoles
donde se encontraban y la situación que tenían en manos. Los demás se
dirigieron hacia el pueblo salvaje.
Aquel resquicio
de civilización se encontraba más lejos de lo que esperaban, y no llegaron
hasta que se había hecho completamente de noche. Con sigilo fueron entrando en
el poblado, y vieron como un gran grupo estaban rodeando una hoguera. Aguzando
la vista Férula pudo ver al niño, sentado en el regazo de una salvaje que
parecía estar embarazada. El chico parecía estar escuchando a los miembros de
esa tribu encandilado. La arena que flotaba por el ambiente hizo estornudar a
uno de los agentes, lo que avisó a todos los habitantes de su presencia. En un
abrir y cerrar de ojos los salvajes huyeron a sus casas, sin que les diera
tiempo de amenazarles con la pistola. Los únicos que no pudieron huir fueron la
mujer embarazada y el niño, porque no eran lo suficientemente rápidos.
Todos apuntaron
a la futura madre y le ordenaron que soltara al chico. Esta lo hizo de
inmediato, y corrió hacia la cabaña más cercana, donde no se volvió a oír
ningún ruido más. Heracles guardó su arma y se acercó lentamente hacia el niño.
-Tranquilo, Jim,
hemos venido a rescatarte,
Extendió su
mano, pero el chico se apartó de ella, y fue corriendo hacia la misma casa en
la que había entrado la muchacha. El agente lo siguió y, amablemente, lo apartó
de la puerta que no paraba de aporrear. Lo cogió en brazos a pesar de lo que
pesaba y lo llevó hacia los demás agentes, mientras este se revolvía.
-No te
preocupes, Jim, enseguida estarás en tu casa con tu familia, todo volverá a la
normalidad. Estos salvajes son unos asesinos, ¡no puedes quedarte a vivir con
ellos!
-¡Pero me han
salvado! -exclamó el niño, al borde las lágrimas y la cara completamente roja-.
Quiero quedarme con ellos, no me llevéis a casa, por favor.
-Lo siento, pero
ese es nuestro trabajo.
Volvieron a sus
vehículos, que estaban tal y como los habían dejado (nadie había venido en su
ayuda), y regresaron a la ciudad. Durante todo el trayecto Jim no paró de
patalear y quejarse de que quería volver. Nadie podía entender cómo prefería
quedarse en medio de la nada con una panda de asesinos a sangre fría, que a la
mínima de cambio lo habían abandonado.
Entregaron al
niño a sus padres, que lo abrazaron y se lo llevaron a casa. A través de unas
conversaciones que habían podido conseguir descubrieron que el culpable había
sido el principal socio de la empresa del padre, y que tenía planeado utilizar
el dinero para comprar la compañía al completo.
Llevaron a Jim
al psicólogo, que acusó ese comportamiento a estrés post-traumático. Intentó
escaparse un par de veces, pero después de que lo atraparan la segunda vez, se
resignó y dejó de pelear. Volvió a ser un niño normal, que vivía entre los
cuidados de los mayordomos y demás miembros del servicio de su casa.
Todo acabó de
manera feliz, pero había algo raro dentro de Heracles, una idea. Seguía
preguntándose cómo un niño que tenía todos los lujos del mundo odiaba esa vida
de tal modo... ¿Había algo de malo en la sociedad? ¿O era solo un caso aislado?
Nunca lo sabría,
así que él también se resignó y volvió a su vida de siempre. Disfrutó de su
ascenso, invitó a su madre a cenar y dejó de pensar en el tema. Al fin y al
cabo, si de verdad fuera importante, la televisión hubiera hablado de ello.
Guillermo Domínguez
¡Buenas!acabo de encontrar el blog y me parece bastante chulo y el relato me ha gustado muchísimo. Pero, te recomendaría que dejases cierto espacio entre párrafo y párrafo para hacerlo más "legible".
ResponderEliminar¡Un cyberabrazo!
¡Muchas gracias por todo! He puesto un interlineado mayor, a ver si de esta manera se puede leer mejor.
Eliminar¡Un saludo!