Escribe un relato de alguien que despierta de pronto con súperpoderes.
-Buenas noches, mamá.
-Buenas noches, cielo.
Di unas cuantas vueltas en la cama, intentando buscar la posición correcta, y el cansancio de todo el día hizo que cayera rendido enseguida. Unos sonidos muy fuertes me despertaron e intenté moverme, pero parecía imposible. Tras un gran esfuerzo conseguí abrir los ojos. Vi que mi habitación aún seguía a oscuras, mi madre todavía no había abierto para la puerta para que me despertara, y no oía a mi padre en la cocina desayunando, por lo que aún me quedaba alguna hora para dormir. Me volví a girar y entonces lo vi: debajo de mi estaba yo mismo, durmiendo en mi cama.
Entré en pánico, empecé a dar vueltas, a pellizcarme para ver si era un sueño, y en un momento de desconcierto máximo me golpee con la pared, o más bien lo intente, porque mi mano la atravesó. Aparte la mano rápidamente, y esta vez lo probé con todo el cuerpo. Cogí carrerilla (o más bien floté hacia atrás, puesto que mis pies no tocaban el suelo) y me lancé, pasando a través de la pared y volando a través de la calle. Supongo que pensé con demasiada fuerza el salto, pues atravesé también el edificio de enfrente, sobrevolando a los vecinos, que dormían plácidamente. Ese día, la primera vez que tuve una experiencia extracorporal, no logré mucho más, el miedo de quedarme atrapado fuera de mi cuerpo era mayor a la curiosidad que sentía en ese momento, por lo que tras una vuelta rápida volví a mi casa. Allí entré en la habitación de mi hermano Axel, durmiendo también, al igual que su querido ciempiés, que estaba estirado sobre el suelo de su terrario.
No sabía cómo regresar a mi cuerpo, estuve un rato "tocándome", imaginándome que me introducía dentro de mí mismo, pero nada. Desesperado, creyendo que ya nunca volvería a mi vida, decidí esperar un buen rato, sentado a mi lado sin saber qué hacer. De pronto me desperté por la luz que entraba de la puerta, y mi madre me dijo que me levantara rápido, que llegaría tarde. Había vuelto a mi cuerpo sin saber cómo, por lo que supuse que había sido un sueño (¿o acaso entraba en la definición de pesadilla?), y como tal poco a poco se me fue olvidando, y no volví a pensar en ese primer viaje hasta que ocurrió el segundo. Durante todo el día me sentí cansado, estuve todo el día distraído en clase, y cuando llegué a casa caí rendido sobre la cama.
La segunda vez no me pilló tan desprevenido, y empecé a explorar la ciudad en plena noche. Visité las casas de mis amigos, los cuales dormían plácidamente. Me metí en el cine Aladdin y pude ver fragmentos de películas sin pagar. Ahora no me siento demasiado orgulloso de eso, pero en aquel momento quería probar el límite de lo que estaba sintiendo. El hecho de poder ver las proyecciones significaba que lo que estaba experimentando era real: yo no había visto esas películas, y dudaba mucho que mi mente las hubiera creado de la nada, así que no estaba soñando. Tras este gran descubrimiento di un par de vueltas más entre las calles, volando sobre las farolas. Algo que me sorprendió mucho fue el hecho de que había más gente de la que me esperaba a esas horas de la noche. Mucha gente vagaba, la mayoría de ella sola, o se subían a taxis que no habían parado con la mano. Bajé al nivel del suelo y me coloqué al lado de una chica joven, con la mirada perdida, como drogada. Entonces un taxi se paró delante de ella y la chica, como por instinto, subió a él. El taxista, que parecía mirarme fijamente, puso una cara rara y aceleró rápidamente. Me quedé allí de pie un rato, sin entender lo que había pasado, y tras suponer que debían haber sido imaginaciones mías, me alcé en vuelo.
Mientras planeaba sobre la calle mayor alcé la vista y vi que, sentada sobre un edificio, había una silueta que alumbraba todo. Tenía forma humana y estaba formada como por luz. Decidí acercarme, ver de qué se trataba, aunque me hiciera daño a la vista. Poco a poco me fui acercando, pero cuando me encontraba a dos metros de ella, giró la cabeza y me miró a los ojos, desapareciendo al instante. A día de hoy aún no he descubierto que era esa silueta, aunque tengo algunas teorías…
Volví a mi cuarto, y otra vez me quedé sentado al borde de la cama, intentando regresar, sin éxito. A la mañana siguiente me desperté como si nada hubiera pasado, pero logré recordar algunos detalles, como aquella luz antropomórfica. También volvía a sentirme muy cansado, como si no hubiera dormido en toda la noche, cosa que, por lo que parecía, podía haber sido cierto de algún modo.
Tras haber descubierto que lo que me pasaba era real, me puse a investigar qué era lo que me ocurría, y fue entonces cuando pude ponerle nombre: viaje astral. Había bastantes testimonios de gente a la que le pasaba lo mismo, e incluso encontré técnicas para fomentarlos. Me apunté algunas tácticas que me podrían ayudar a mejorar esas experiencias (trucos de respiración, meditar, pequeñas descargar eléctricas en el cerebro e incluso había algunas drogas que te inducían al viaje, aunque estas últimas no las iba a probar).
Esa misma noche, tras meterme en la cama dispuesto a dormir, empecé a relajarme y concentrarme únicamente en mi respiración, en el movimiento del diafragma… Me quedé dormido sin remedio, y a la mañana siguiente me di cuenta de que nada había pasado. Los viajes ocurrían al azar, y los días que lo conseguía intentaba mejorar esos “poderes”: viajar hasta más lejos, más rápido… Y poco a poco parecía que iba mejorando.
En uno de esos viajes, mientras hacía una carrera contra la noche para mejorar mi velocidad, sobrevolé un callejón en el que vi como un hombre amenazaba a otro con una navaja. Me acerqué a ellos para intentar impedir el robo, pero mis manos no hacían más que atravesarles. La víctima intentó resistirse, no quería darle su reloj de oro, diciendo que provenía de su padre, pero el criminal continuó amenazándole, hasta que clavó la navaja en su estómago. Me lancé a por el hombre que sangraba en el suelo. Puse mis manos sobre la herida, intentando taponarla como salía en las películas, y parecía que reaccionaba, pues empezó a sentir frío en esa zona. Al comprobar de nuevo que era inútil, dejé a aquel hombre, deseando que llegara la ambulancia a tiempo, y perseguí al asesino por las calles de la ciudad. Desde allí arriba pude ver un tatuaje en forma de rayo en el brazo derecho. De pronto se paró delante de una casa, y usando sus llaves entró.
A la mañana siguiente, tras despertarme aún más cansado, llamé a la policía, narrando el asesinato, diciéndoles el lugar en el que vivía el criminal y describiéndoles al homicida, para ofrecerles aún más pruebas de la veracidad de mi testimonio. El recepcionista insistió en que le dijera mi nombre, y me dijo que no tenían constancia de ningún crimen.
Durante todo el día estuve nervioso, deseando que atraparan a aquel cabrón. Pero mis continuas búsquedas en los periódicos electrónicos no surtieron efecto, pues no encontré información en ninguna parte. Cuando ya pensaba que todo había sido un sueño, la televisión local anunció que tenían una noticia de última hora: durante todo el día la policía había estado investigando un crimen que se había cometido de madrugada, en el cual un joven arquitecto había sido asesinado presuntamente a manos de un hombre llamado Hans. La cara del supuesto criminal apareció en pantalla, y pertenecía al dueño del tatuaje del rayo.
-Esta ciudad va de mal en peor, cada vez hay más crímenes. Entre banqueros corruptos, locos, asesinos y demás parece que el número de inocentes por metro cuadrado disminuye… ¿Por qué sonríes? –preguntó mi padre, mirándome extrañado-
-Por nada, me acabo de acordar de una cosa del cole.
Había conseguido que detuvieran al culpable, no me lo podía creer. ¡Al parecer mis poderes servían para algo más que para ver películas sin pagar! Así que esa noche volví a concentrarme, y a “patrullar” la ciudad en busca de crímenes o situaciones extrañas para poder denunciarlas. Robos, palizas… Cada vez pasaba más tiempo fuera de mi cuerpo, la sensación de hacer el bien era tan gratificante que me iba a dormir enseguida con tal de poder viajar. Por las mañanas me sentía muy cansado, y me pasaba todo el día en un estado de adormilación constante. Pero no me preocupaba.
Guillermo Domínguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.