martes, 14 de marzo de 2017

#50 I.Cerbero (Borrador)

Escribe un relato sobre la amistad entre un hombre y un animal.

(Poner cita sobre muerte o algo así. Buscar La divina comedia, seguro que hay algo bueno)

El hombre se vistió con tranquilidad, abrochándose los botones de su camisa negra lentamente. Se ató los zapatos y se puso los guantes de piel. Cogió la mochila del armario y de dentro sacó la correa. Cuando el gran Boerboel negro oyó el ruido de la correa en los guantes de su amo salió corriendo hacia él y se plantó delante suyo.

El dueño le sonrió, se agachó y empezó a acariciarle con una mano mientras desliaba la correa con la otra. (Aún recordaba la primera vez que lo vio, peleándose con sus hermanos en aquella jaula. La chica le contó mientras firmaba los papeles que la madre había muerto en el parto, y que del padre no sabían nada. Él le preguntó si alguien había adoptado ya a alguno, pero ella le dijo que no, que él era el primero. El hombre y el perro bajaron la colina y se hicieron inseparables. No sé si ponerlo aquí o qué) Cuando ya se la hubo puesto se levantó, se aseguró de que tenía las llaves en el bolsillo, y los dos salieron de la casa. 

Pasearon tranquilamente bajo la luz de la luna llena, saludando a los vecinos y dejando que algún que otro niño que ya debería estar en la cama acariciara al animal. Estuvieron así casi una hora, hasta que se metieron en las callejuela ya abandonadas y esperaron. Le habían visto bastantes veces en sus paseos nocturnos, siempre a la misma hora. En dos minutos saldría del bar y se dirigiría por la calle mayor hasta su casa, donde le pegaría a su mujer y lo más probable es que a su hijo también. O tal vez no, gracias a él.

El perro se sentó y la luna se reflejó en su pelaje, dotándole de un aura ¿divina? (Buscar sinónimo o algo). Un silbido hizo reaccionar al dueño, que voy al hombre acercarse tambaleándose por medio de la carretera. El borracho no se dio cuenta de que le estaban observando desde las sombras hasta que una mano le rodeó el cuello y la jeringuilla penetró la piel de su cuello. 

El hombre lo lleva hasta el parking a oscuras que hace las veces de mercadillo los lunes y lo deja entre los coches helados. Sabe que a esta hora no va a pasar nadie, lo ha comprobado muchas veces. Y aunque esta noche sea diferente, tiene al mejor perro guardián del mundo para protegerle. De la mochila saca el cuchillo y lo agarra con fuerza (mierda, he cambiado a presente, REVISAR). Silbó y el perro se colocó a su lado, dispuesto a obedecer a su amo. 

-Ortro, ataca.

Y se lanzó contra aquel hombre inconsciente, usando su fuerte mandíbula para arrancarle trozos de piel y carne de la cara. Cuando hubo acabado su parte se apartó a un lado, tal como le había enseñado, y observó a la víctima, respirando de manera entrecortada. El amo le asestó dos puñaladas en el estomago y los dos se fueron, dejando que se desangrara. 

Le limpió el morro con un pañuelo y se fueron corriendo a casa, donde los dos se bañaron para quitarse la sangre de sus ropas y pelaje. 

A la mañana siguiente alguien encontró el frío cadáver entre los coches. La policía llegó cinco minutos después.

(¿Más sangre? Preguntar a Linda. Y cambiar el último párrafo, no me acaba de convencer.)

Sophie Colbac


Guillermo Domínguez

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