Escribe un relato que involucre agua como elemento relevante de la historia.
La gota cayó mejilla
abajo y resbaló hasta la barbilla, donde quedó temblorosa sin
llegar a desprenderse, aferrándose a lo único que la mantenía
lejos del temido y lejano suelo. Su destino fue inesperado y fatal
cuando la palma de una mano derecha la arrastró sin piedad para
acabar con ella contra un pantalón. La siguiente tuvo más suerte,
pues la dueña de las fuentes de las que manaban las lágrimas había
decidido no molestarse en secarse la cara y pudo resbalar lentamente
para caer sin sonido sobre la cama, esparciéndose y murmurando un
adiós inaudible.
Tardaría un buen rato aún en desaparecer, siendo huella obligada de un dolor desconocido. En el origen de todo la sangre salía disparada, bombeada con fuerza y cada vez a más velocidad, a medida que el aire que entraba y salía no lejos de allí aumentaba su ritmo. Las lágrimas, desgarradas de tristeza, se precipitaban a la muerte desde los enrojecidos ojos que parpadeaban con insistencia tratando de salvar a las temerarias gotas, llamándolas con muda desesperación. Más abajo, la nariz era víctima de una mucosidad inevitable y sorbía con fuerza, acompañando los ahogados sollozos que provenían de la irritada garganta, componiendo así una sinfonía común y por todos conocida. El llanto, en toda su esplendor, con todos sus elementos en triste armonía, la consumió por completo hasta acabar con sus fuerzas y recursos, hasta dejarla temblorosa sobre la cama, mojando con la mejilla la almohada y terminando con la corta y líquida vida de algunas lágrimas que aún permanecían en su rostro. El origen se relajó, como si de un suspiro se tratase, y la respiración volvió a su cauce hasta caer en la lentitud del sueño.
Tardaría un buen rato aún en desaparecer, siendo huella obligada de un dolor desconocido. En el origen de todo la sangre salía disparada, bombeada con fuerza y cada vez a más velocidad, a medida que el aire que entraba y salía no lejos de allí aumentaba su ritmo. Las lágrimas, desgarradas de tristeza, se precipitaban a la muerte desde los enrojecidos ojos que parpadeaban con insistencia tratando de salvar a las temerarias gotas, llamándolas con muda desesperación. Más abajo, la nariz era víctima de una mucosidad inevitable y sorbía con fuerza, acompañando los ahogados sollozos que provenían de la irritada garganta, componiendo así una sinfonía común y por todos conocida. El llanto, en toda su esplendor, con todos sus elementos en triste armonía, la consumió por completo hasta acabar con sus fuerzas y recursos, hasta dejarla temblorosa sobre la cama, mojando con la mejilla la almohada y terminando con la corta y líquida vida de algunas lágrimas que aún permanecían en su rostro. El origen se relajó, como si de un suspiro se tratase, y la respiración volvió a su cauce hasta caer en la lentitud del sueño.
Marina R. Parpal
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